miércoles, 14 de octubre de 2015

EL DOBLE TRIÁNGULO

EL DOBLE TRIÁNGULO

Parecería que en cada uno de nosotros existiesen dos sistemas psicológicos, que, partiendo de distintos puntos, obrasen en dos direcciones opuestas, por así decirlo; desde fuera y desde dentro.

En el tipo de literatura del siglo XVII que trata acerca de la naturaleza interna del hombre, encontramos algunos diagramas que aparentemente se refieren a estos dos sistemas psicológicos.

Veamos uno de Robert Fludd, en una obra titulada Utriusque Cosmi, (Í617).

Vemos aquí dos triángulos que representan algo de la constitución del hombre.

En uno de ellos el vértice está hacia abajo; en el otro, hacia arriba.

Esto nos recuerda inmediatamente el jeroglífico del doble triángulo conocido como el Sello de Salomón, y que, de acuerdo con Ouspensky, representa las tres dimensiones del espacio y las tres dimensiones del tiempo.

Por lo que respecta al triángulo con la base hacia abajo, Fludd (en otro diagrama) lo divide partiendo de abajo, en cuerpo, espíritu vital y razón.

La razón toca la base del triángulo superior en un punto al nivel que Fludd llama Mente, o sea que el uso más elevado de la razón ordinaria del hombre toca el nivel de la Mente (Mens).

Sin em­bargo esto es únicamente un punto en la 'mente'.

El triángulo superior termina en el sexo del hombre como un punto.

Podemos entonces decir que hay un punto en la razón del hombre y un punto en su sexo que le conectan con un nivel de conciencia de una escala superior a su conciencia ordinaria.

Pero cada uno de ellos es un mero punto, o una pequeña puerta en el otro.

Si solamente tomamos las dos bases de los triángulos, del superior y del inferior, podemos considerarlo como si fueran líneas que representan dos niveles de conciencia.

Pero sería más apropiado decir que los dos triángulos superpuestos representan dos sistemas de conciencia.

Yo conectaría las experiencias de un iluminado con estas dos orientaciones pre­cisas en el hombre.

Su experiencia lo lleva de una a otra.

Y entonces lo ve todo por el otro lado.

Tiene un nuevo sentimiento de yo.

De la misma manera puede explicarse la experiencia de un místico en meditación, como también todas las experiencias de nuevas formas de conciencia descritas en este libro.

El triángulo cuya base está arriba y que termina abajo, en el punto a nivel del sexo está relacionado a las tres dimensiones del 'mundo invisible'.

Cuan­do la conciencia se sitúa en este sistema, pueden aparecer en conjunto: el sentido de la vida extendida en el tiempo, el sentido de eternidad y recurrencia, y el sentido de la propia existencia. Pertenece al sistema su­perior que se encuentra oculto en el hombre.

En su estado natural, el hom­bre se encuentra en el sistema psicológico que representa el triángulo cuya base esta hacia abajo.

De suerte que al estudiar al hombre 'na­tural' hallaremos en él únicamente este sistema.

Pero, si se le considera psicológicamente, no podemos tomar al hombre en términos de un sólo sistema.

Dentro de su ser existe alguna extraordinaria paradoja.

Hay otro sistema en él cuyo modo de acción yace en dirección inversa al sis­tema natural, y que trabaja de arriba hacia abajo.

Si estamos dispuestos a aceptar esta interpretación, significa que el hombre plenamente inte­grado debe ser una combinación de ambos sistemas.

El hombre es el campo en que se juntan estos dos sistemas.

Representan una paradoja, una cruz, algo extraordinariamente difícil de unir; y, sobre todo, algo que ha de despertarse y ponerse en actividad, porque el hombre 'natural' es lo adecuado a la vida y no precisa de la acción del segundo sistema.

La tarea es la de unir estos dos sistemas en una relación, y no el buscar uno a expensas de otro.

Todas las experiencias que hemos citado solamente demuestran la existencia de otra orientación psicológica.

Eso es todo.

Un monje en meditaciónE se encuentra en un sistema, luego en el otro; y, como tales, parecen contradictorios.

La integración del hombre ha de ser la reconciliación de estos dos sistemas, y esto debe significar el gradual despertar del otro sistema permaneciendo en contacto con la vida.

Los principios que pertenecen al otro sistema, el nuevo sentido del tiempo, del yo, de la recurrencia, tienen que tener una relación a la vida.

El punto más elevado de la razón 'natural' orilla el nivel de tales ideas; es decir que aquello que es lo mejor de nuestro pensamiento puede alcanzar otro orden de entendimiento.

De un modo similar, el punto más elevado del sexo se abre en la misma dirección.

Maurice Nicoll


LA TEORÍA DEL CONOCIMIENTO

LA TEORÍA DEL CONOCIMIENTO
Por: Maurice Nicoll

Platón describe estos gra­dos en el hombre comparándolos a cuatro niveles del desarrollo mental.

En su teoría del conocimiento corresponden a cuatro formas o modos de saber.

La más baja es poco más que una conciencia simple de las imá­genes de los objetos.

El estado más bajo (eikasia) es el que proporciona la visión más superficial del mundo y el menor grado de conocimiento.

El estado mental, en este nivel, no es sino una serie de imágenes y de sueños.

'Las sombras, las imágenes y los sueños son los tipos más obvios de irrealidad, y su contraste con las realidades fue algo que los pensa­dores más tempranos destacaron vivamente, como ocurre con una mente que recién empieza a despertar'. (nettieship).

En su bien conocida analogía, Platón compara el estado mental del hombre al de un preso encadenado en una cueva, que mira hacia la pared sobre la cual caen las sombras de las cosas reales que están fuera de la cueva; el hombre no puede tener una idea cierta hasta darse cuen­ta de su situación y volverse.

Tal es el estado de EIKASIA.

Se caracteriza por una continua incertidumbre y vaguedad, como si uno viviese en un mun­do de ensueño, lleno de sombras y de temores.

En este estado de ilusión el hombre es sencillamente un débil reflejo del mundo que cambia en el tiempo, el que, a su vez, es una procesión de las imágenes que captan los sentidos.

Nosotros vivimos principalmente en esta condición interna de eikasia durante la mayor parte de nuestra vida.

Este es el estado o condición en que el alma vive en el grado más bajo de la escala de la realidad que todos llevamos dentro.

La 'armonía' o la escala suele a veces llamarse el alma misma, aun cuando en otras oportunidades se habla del alma como de una energía que pudiera relacionarse con las gradacio­nes superiores o inferiores que hay en ella.

La siguiente etapa que define Pitágoras es la de PISTIS.

Es en este estado en el que conocemos, por experiencia directa, algunos de los hechos tangibles de la vida.

Sentimos cierta certidumbre con respecto a algunas cosas, y nos formamos opiniones precisas, o bien ellas se forman en nos­otros, mediante la imitación.

Si las examinamos, estas opiniones pue­den ser muy contradictorias.

Pero es en virtud de que cada una de ellas nos proporciona cierto sentido de seguridad, que no investigamos a fondo y que no queremos hacerlo.

Este es el estado de pistis, la condi­ción de la creencia y de las opiniones.

Y por muy ingenuo que sea, nos proporciona cierto sentido de seguridad.

De suerte que encontramos en diferentes países a gentes que tienen creencias similares acerca de la naturaleza de las cosas en general, pero con un sentimiento de certeza en común.

Aun cuando en algunas de estas creencias pueda haber algo de verdad, la mera creencia hace que su percepción interior, la percep­ción de justamente esa verdad, se vea entorpecida.

Platón clasificó estos dos estados mentales llamándolos opinión (doxa).

La creencia y la percepción de sombras no son la realidad de la vigilia.

No son comprensión.

Se puede sostener una opinión correcta, pero, en tanto sea únicamente opinión, no es la percepción de la verdad, sino tan sólo una especie de sueño sobre ella, o sea que la mente no está despierta.

Cuando las gentes comienzan a revisar sus opiniones y encuentran que en sus varias creencias hay contradicciones, entonces empiezan a buscar principios o alguna forma de unidad subyacente en la variedad.

A esta condición de desarrollo mental Platón la llama DIANOÍA.

Al razo­nar, partiendo de una hipótesis, como ocurre en geometría, utilizamos el pensamiento dianoético.

Lo mismo ocurre cuando tratamos de hallar una ley que unifique varios fenómenos percibidos.

Estos dos ejemplos no son, por cierto, similares.

El pensamiento científico es dianoético en cuanto trata de abstraerse del grueso de las cosas sensibles, a fin de establecer leyes sencillas que explican los fenómenos descriptivamente.

Y por encima de todos estos Platón ubica el nivel más elevado en el hombre, nous (mente).

Quizás podamos divisar algo de lo que signifi­ca este término.

Si pudiésemos ver simultáneamente todas las relaciones y afinidades que tiene un objeto, en lugar de verlo como una colección confusa de propiedades percibidas por separado y que, a menudo, nos parecen contradictorias, nos hallaríamos en el nivel noético de la experiencia consciente.

'Supongamos que varios hombres de ciencia se hubiesen propuesto agotar todas las propiedades de un objeto, y que llegasen a comprender todas estas propiedades; entonces consideraríamos el objeto como un centro en el cual convergen un número de leyes de la naturaleza, o la que Platón llamaría formas (ideas)'. (nettieship).

Las propiedades sensibles y separadas del objeto quedarían entonces fu­sionadas en su significado total.

Se le vería como una expresión del uni­verso, de suerte que todo cuanto nos informen los sentidos no estaría ni perdido de vista, ni errado, sino que quedaría investido de un significado que trasciende toda percepción sensorial y devendría la manifestación de una 'forma inteligible' o idea.

En este nivel noético experimentaríamos el mundo de una manera diferente y nueva, o sea que lo experimentaríamos con respecto a la conexión, relación, sentido y significado de todo cuanto percibimos.

La experimentación noética no puede ser sino materia del conocimiento individual.

La participación del conocimiento, poseído por un número de personas que saben acerca de los distintos as­pectos de la misma cuestión, no podría dar como resultado la noesis, co­mo nettieship parece implicar.

Ya que el nivel noético de la experiencia consciente y el mundo de las formas de Platón, están estrechamente relacionados, debemos exa­minar, durante un momento, la teoría cosmológica en que aparece esto último.

Se considera que toda creación visible es una copia imperfecta de las ideas o formas invisibles y que uno puede aprehender tan sólo por la mente (NOUS) en su nivel más alto.

Nuestros sentidos nos revelan únicamente copias.

Estas copias existen en el tiempo que pasa, pues todo lo visible, todo objeto sensible existe en el tiempo que pasa.

Las ideas están fuera del tiempo, pero se reflejan en los objetos del tiempo.

Y tenemos que el hombre se encuentra entre el mundo sensible de las copias y un mundo inteligible (que se percibe con la mente) de verdaderas formas, y del cual las copias son representaciones.

Esta teoría cosmológica tiene tres términos, 1) aquello que deviene y que es una copia en el tiempo; 2) aquello en lo cual deviene, y, 3) el modelo en lo cual aquello que deviene —la copia— está basado.

'Podemos com­parar al recipiente con la madre, al modelo con el padre y aquello que surge entre ambos, como el hijo'. (Timeo, 50, D).

Por consiguiente, la naturaleza o la creación de lo visible en el tiempo, no existe de si mismo.

No es la causa de si mismo, sino una siempre cambiante copia de algo que yace tras las apariencias.

El recipiente o la madre, es el espacio tridimensional y tiene que estar libre de toda propiedad, a fin de poder recibir la impresión del modelo.

La copia yace en el tiempo.

El modelo (la idea) yace fuera de nuestro espacio y tiempo.

Puesto que yace en el tiempo, la copia está siempre cambiando, siempre manifestándose, pero tan sólo parcialmente.

Su plena expresión se encuentra en el primer diseño, o modelo original, más allá de nuestro tiempo.

Entonces si alguna vez pudiésemos llegar al nivel de la experiencia noética, nuestra percepción interior del modelo investiría a la copia exterior de un significado intenso.

Nuestra intuición del modelo, como un conocimiento directo, quedaría libre de todas las propiedades de los sentidos.

Sería un conocimiento aparte de los sentidos, pero en cuanto diese encuentro a la copia sensible en el espacio exterior, la exaltaría en todo su significado porque su forma total habría sido íntegramente percibida.

Platón observa que, en este nivel de experiencia consciente, el mun­do aparece como una escala o como una serie de órdenes de existencia, cada una de las cuales está conectada con un orden por encima y con otro por abajo

Ya hemos indicado un modo de prepararse para alcanzar este es­tado: el ejercitarse en poder ver unidas las relaciones que existen entre las diversas ramas del conocimiento disponible, o sea que el progreso en el conocimiento, es el progreso en la percepción de la unidad del conocimiento.

Si imaginamos que una rama del conocimiento puede existir separadamente y por sí misma, estaremos en un error, pues todo está conectado en un orden de escala o de 'armonía'.

Maurice Nicoll



UN NUEVO SENTIDO DEL TIEMPO

UN NUEVO SENTIDO DEL TIEMPO

Podemos luchar para despertar a un nuevo sentido del tiempo y a un nuevo sentido de nosotros mismos.

Podemos luchar y de este modo llegar más allá de lo que ya somos, y de lo que creemos ya saber.

Pero en toda lucha de esta naturaleza nos daremos cuenta de que el misterio es uno mismo, que todo está en uno mismo, en aquello que uno toma como si fuera uno mismo.

El océano místico de la existencia no ha de cruzarse como si estuviese o fuese algo fuera de nosotros.

Está en uno mismo.

El hombre con seguridad que podrá darse cuenta de que es algo invisible en él.

EN ESTE AHORA………

Y cuan­do verdaderamente palpe el ahora se dará cuenta de que todas sus vi­das, las que ha vivido y las no vividas se juntan aquí, más allá de todas las condiciones del tiempo que pasa, y que LLEVA EN SÍ TODO CUANTO NECE­SITA PARA SOBREPONERSE A SUS PROBLEMAS MÁS DIFÍCILES; que yace EN ESTE AHORA el cual, si no consigue descubrirlo, quedará reemplazado siempre por la corriente del tiempo que pasa.

Maurice Nicoll


LA VIEJA FORMA DE PENSAR

LA VIEJA FORMA DE PENSAR

Quizá muy rara vez nos damos cuenta de que cualquiera que sea la dirección en que vaya nuestro pensamiento natural, nos conduce a una nada.

O bien llegamos a una contradicción, o bien a lo desconocido.

Cuando buscamos una explicación del mundo fenomenal con la mente cimentada en lo fenoménico, no podemos pasar de cierto punto porque carecemos de las ideas necesarias.

Ya hemos comentado como la idea de la tercera dimensión explicaría muchas cosas a los seres del papel.

Por ejemplo, la entrada de la tercera dimensión a su mundo sería la verdadera explicación de lo que a ellos les parecería el crecimiento.

Por cierto que la lenta penetración de la punta carbónica del lápiz les pare­cería algo que estaba creciendo.

Poco a poco la verían cómo se va cu­briendo de una capa de madera.

Primero la verían como una semilla, una punta de carbón, que tiene la capacidad de crecer y secretar madera.

Nosotros pensamos acerca del crecimiento de una semilla en la misma forma.

No podemos imitar el crecimiento.

El crecimiento viene de 'adentro'.

Las dimensiones superiores penetran en nuestro mundo desde dentro, de la dirección de lo más pequeño.

Nosotros nos limitamos a ver como una semilla se convierte en una planta, como un niño se convierte en un hombre, en el tiempo que pasa, y pensamos acerca de ello de un modo externo, como una especie de crecimiento de la materia que viene des­de fuera.

No lo vemos como algo que proviene de la semilla, o a través del niño, desde dentro —no vemos la entrada de una nueva dimensión que, para nosotros, es el tiempo que pasa.

Pensamos que la flor yace en potencia en la semilla, y que la vida crece de la semilla y no que la vida entra a su manifestación a través de la semilla.

No concebimos una idea generativa tras la semilla, y la semilla como una diminuta máquina receptora a la cual pasa el mundo gene­rativo de la forma.

Del mismo modo, nos es imposible entender lo que es el instinto, porque buscamos su asiento en la estructura material.

Pero en términos semejantes, el instinto es algo incomprensible.

El mundo superior penetra en el inferior por todos lados, en el pensamiento, en el sentimiento, en el instinto, en el acontecimiento.

No debemos confundir con la forma material lo que es la forma generativa que dota de significado a las cosas.

Lo generativo entra a la forma material.

El instinto es forma, idea, en este sentido.

Nosotros únicamente conocemos la forma en serie, tal como únicamente conocemos los acontecimientos como una sucesión, relacionados los unos a los otros.

La forma superior se encuen­tra en una unidad fuera del tiempo, y la relación de la forma material a esta forma superior da el significado.

El estudio de la vida es el estudio del significado y uso que tienen las cosas, y no simplemente el análisis de su estructura material.

Lo que debería concernirnos son las circunstancias bajo las cuales se da la mejor expresión de una cosa.

El estudio de la materia no nos proporciona este resultado, porque deja de lado lo que la cosa es y para qué es, al colocarse por debajo de su nivel más significativo.

De este modo la ciencia complica la vida al tratar de alcanzarlo todo con­tinuamente por debajo de su nivel y perder la idea.

Si pensamos que la flor y el hombre existen en potencia como semilla y niño, si pensamos en las propiedades fisiológicas de sus tejidos, estaremos en lo cierto en un sentido; únicamente que así tratamos la cuestión desde el punto de vista del mundo tridimensional en el tiempo que pasa, y tendremos que atribuir a la materia ciertas propiedades extraordinarias.

Pero cuando pensamos en el crecimiento como algo debido a la entrada de dimensiones superiores, ha­blamos desde otro punto de vista, vemos la conexión que hay entre lo vi­sible y lo invisible, entre el espacio superior y el espacio inferior.

Como ya lo he dicho, el darse cuenta del espacio superior revierte la dirección de nuestro pensamiento. Justamente en aquel punto en el que termina nuestro pensamiento ordinario, habiendo llegado hasta donde puede llegar, y de suerte que, más allá, ya no encuentra nada,     justamente ahí, digo, yace el punto donde puede comenzar otra clase de pensamiento.

No podemos pasar más allá con la forma de pensamiento que se apoya en el mundo tridimensional del tiempo que pasa.

Maurice Nicoll